Friday, March 31, 2006

la mancha

cuando todos alrededor claman mudos y mean las paredes
yo puedo decir que valgo muy poco. desintoxicándome.
-quítame el disfraz de enfermera.
amárrame los huevos a la puerta, desconecta el teléfono.
rebana mi memoria y mézclala en un pote de plástico con leche y harina.
cómete el resto, especialmente los caracoles en la parte posterior, que los ha recolectado mi madre en el fondo del jardín.
porque voy a estar con el dedo apuntando a las corrientes heladas, y a los animales cuerdos que no desproporcionan sus capacidades.
dame vino para pensar con elegancia y un rubor que se sostiene inútil y te atraganta.
cuántas veces más tienes que desaparecer. entre medio del tránsito irremediable. el bus pegagozo.
y mi lengua arrugada. acostumbrada a revolcarse sola. espera en estado insano ser depilada.

Wednesday, March 22, 2006

asado


Nos enseñan a ser humanos en los asados familiares. La tía Emelia rebusca en la bodega de herramientas y chatarra los discos empolvados de Elvis, comienza a moverse tratando de invocar una sensualidad extraviada y casi tan débil como sus huesos. Sola en un escenario improvizado. Ebria y risueña se acuerda de los tiempos en los que nada importaba, cierra los ojos con fuerza para transportarse absoluta. Nos quiere borrar, hacernos polvo en su propio jardín y el olor de la carne asándose y las ensaladas de choclo, lechuga y apio palta permanece etéreo. La tía se muerde los labios sumergida en sus progresiones, y nosotros la observamos desde lejos, imaginándonos lo que ella se imagina; sus 17 años montada en Walter, el peón de la parcela de San Bernardo. Removiéndose sus guardapeos, las calcetas con flecos, las enaguas, la blusa florida. Y Walter, impaciente, hirviendo en éxtasis y la posibilidad de ser sorprendidos por el patrón, o sea mi abuelo -que no dudaría en clavarle un rastrillo en medio del acto-, deja sus pantalones engrasados a un lado, en la misma bodega donde ahora se desintegran amontonados los vinilos del Rey y el tocadiscos portátil de dos velocidades. El tío Hanibal cree que el exhibicionismo de su esposa ha sido suficiente y trata de desviar la atención ofreciendo vino y choripanes. La lectura de su expresión y de su cuerpo vuelto a la vida para todos era evidente. Y es muy probable que el tío no tuviese una participación activa en los racontos.
Nos preparamos para comer.

Friday, March 17, 2006

falta de convicción en la sociedad por sus propios gustos

Mi pelo y en general mi aspecto tienen un ciclo misterioso, pero que he logrado descifrar y clasificar, pragmáticamente, a modo de itinerario. Los dos dias despues de bañarme soy un ciudadano común que resuelve sus asuntos sin problemas, es más, todo resulta un poco más simple que en los días precedentes. Luego me convierto en un troglodita, los ojos se contraen, la cabellera se aplana en la nuca con la forma de la almohada y asusto sin quererlo a infantes que se cruzan en mi camino. Al quinto día me aparezco como un artista subordinado a la melancolía y alucinaciones que, a pesar de los ojos inyectados de estimulantes y los trapos jetones, resulta interesante, o al menos misterioso. Antes de cerrar el círculo, mi cuerpo y alma son las de un vago medio podrido, pestilente, completamente autista, que arrastra la ciudad impura en su pelaje, rendido al azar del movimiento torpe y los acordes cacofónicos.
Es decir que en un total de semana y media, sólo tengo tres o cuatro días hábiles para desarrollar mi persona-grata en círculos sociales afines y en trámites imprescindibles de supervivencia.
La soluciones posibles, en el caso de querer optimizar mi tiempo y los recursos de contacto, son dos. Según lo veo: arrastrarme a la ducha y enjabonarme los cojones y perfumarlos cada dos días o, la opción radical, cortarme el pelo estilo colegial de los ´60 y ponerme decente.
Lo contradictorio y espeluznante es que ésto va quizás en contra de mis únicos principios.
Ya lo decía mi abuela: la clave del éxito es hacerse de una pinta inmaculada. Los dientes blancos y la saliva contenida

Wednesday, March 15, 2006

k.i.n.d.

Si tuviese disciplina quizás podría aparecer en las páginas sociales de los Domingos. Llevando zapatillas de colores salvajes, pantalones de seda y una zunga roja en las fotos playeras. No correría riesgos, sonreiría en todos los ángulos, me hubiesen enseñado a caminar. A mirar, a follar.

Ahora necesito un par de piernas alrededor. Sin pelos, por favor. Para entrar en calor.

Saturday, March 11, 2006

sortie

Monday, March 06, 2006

virgen

Sunday, March 05, 2006

302 found

Quizás Lost in Traslation fue decisiva. Y más que nada por su nombre, no cabe duda. Traslación o tránsito, que me imagino no son la misma cosa, pero las dos dan una idea, al menos fonética, de movimiento sostenido. Y un poco esta cinta es movimiento, nada más. Movimiento confuso, indefinido, espectante, en silencio y en alguna parte de esta centrífuga de colores periódicos hay alguien perdido. O sea todos.
Porque antes de ver esta película todavía divagabamos, sentados en algún lote de estacionamientos, y con una crisis de nostalgia prematura. Reciclando cuanto más se pudiera, porque todo pasaba muy rápido, mientras la economía se definía muy bien a sí misma. Mucha gente no lo resistió. Se aislaron voluntariamente en pueblos pequeños, lejos de los medios, para alentar el proceso y tener la posibilidad de verlo desde otra perspectiva. Como en sus propios western, mantenlo simple, mantenlo en acción. Los personajes no sufren mayores cambios, es decir, pueden ser traicionados por sus confidentes o por la prostituta más cotizada del burdel, pero continuan siendo simples, siendo egoístas. Y nosé por qué sienten esa necesidad de definirlo tan pronto. Hacen una procesión de sus existencias. De aquí para allá. Yo soy el bueno. Porque el malo es definitivamente un abyecto: come con la boca abierta, no respeta a las mujeres (las golpea con los tubos de la aspiradora), se rasca los sobacos y luego se olorosa los dedos perfumados, saluda cuando se le da la gana, en fin, no conoce la cortesía ni los códigos sociales, no tiene problemas en asesinar en nombre de la mala vida, roba, se tira pedos en público, abusa practicamente de todos, jamás a pisado una iglesia, y muchos otros reproches del estilo.
Hay individuos que esperan ser rocojidos en algun punto del caos. Por unas criaturas que inventaron, seguramente dopados o ilegalmente relajados, sólo para tener y pertenecer a una posibilidad distinta. Sin fundamentos, sin estudios. Pero da lo mismo, cuando estamos prontos a desaparecer, enterrados en nuestra plasta, asfixiados por nuestros peos, nada importa. Es una oportuniadad única para ser original, y hacer y creer lo que quieras, porque no quedan nada más que esos minutos. La mayoría de los oportunistas temerosos de no haber cumplido con ciertos trámites en su pasado de devotos temporeros, necesarios para entrar en la divina providencia, se comunican en voz alta con el Todopoderoso, sin meditar antes acerca de la congestión comunicacional que se arma, seguramente, ante escenarios apocalípticos.
¡Salten!, para no sentirlo tan fuerte – la señora Carmén, empleada en la casa de mis papás, nos repitió eso antes de desmoronarse en el patio de la casa, sin fuerzas, aceptando su desaparicion que se hacía evidente y pedía perdón, entre llantos deseperados y mocos, perdir perdón, pedir perdón.
En ese momento pensé que moriría con los ojos abiertos y sin ninguna idea en la cabeza.
Bueno, el punto al parecer es transistorio, pero nadie sabe hacia donde. Un poco como la pérdida colectiva de la inocencia. Crecemos adultos y estamos asesinando todo el tiempo en tercera persona, sin darle demaciada importancia. Ofrecemos nuestros cuerpos a cambio de teorías perfeccionadas sobre los átomos y la decadencia.
Y aprieto el botón de RW, reiteradas veces, para no olvidar la escena de Scarlett Johannson y sus pantaletas rosadas, que me hacen olvidar el resto.

Saturday, March 04, 2006

veneno para matar perros

que significa realmente que te guieñen un ojo?
Lo han hecho mujeres en innumerables oportunidades, pero también hombres que dicen gustar de hembras, con quienes he desarrollado una amistad por conveniencia más que nada; de un mutuo acuerdo de compañía y nada más. Puedo entender el filtreo femenino, pocas veces consumando a mi pesar, pero el mensaje es bastante claro: no estás mal chico, si alguna vez nos cruzamos en el lugar adecuado no dudaré en ser más explícita.
Pero cuando te lo hace un tipo, casi con la misma expresión de aceptación, de “hablamos más tarde” o “recibirás lo tuyo”, paso. No tengo repertorio para responder a esas insinuaciones indefinidas. He lidiado con gays que sintieron en alguna oportunidad una atracción forzada y sin alternativas hacia mi. Quizás porque tengo esa parada de ser un tipo simple, que anda en busca de amor libre y un buen rato. Que sabe lo que hace, qué sé yo. Como un perro callejero que nunca tuvo amo, ni siquiera un amigo. Un vago que aparte de buscar comida en los tarros de basura no tiene nada más que observar como se mueve el mundo social a su alrededor, y a los privilegiados de su especie, corriendo junto a sus dueños en los caminitos de los parques, lejos del cemento y las callejuelas oscuras con olor a meado en las que irremediablemente tiene que habitar, escondido bajo cajas de cartón sin nadie que limpie su plasta, que se acumula en todas partes.
Su única conección con los humanos es quizás el representate viejo y borracho que mea sin escrúpulos su pelaje, o su casa. Pero este perro humillado, reducido a una rata o a una plaga subterránea del estilo, sigue idealizando a sus victimarios, pone cara de pena y trata sin muchas ganas de que alguien sienta empatía. Y corra con él, por sectores reservados para parejas felices, lejos de la hostilidad de las avenidas.
La suerte de este personaje está tirada, sin posibilidades concretas de revelarse contra ella, será atropellado por una camioneta de la perrera municipal o en su defecto atrapado por los funcionarios de ésta, que le servirán la primera merienda que ha probado en un plato casi tan tierno como los de los privilegiados, confiando hasta el final en la reivindicación de esa hermandad intrínsica entre humanos y caninos. Los funcionarios lo envenan con tetrametileno disulfotetramina junto a decenas de otros desafotunados, con lo que no tuvo oportunidad de olerse.