Saturday, March 19, 2011

cinco minutos de meditación

100 99 98 97 96 95 94 ... 8 7 6 5 4 3 2 1 0.

jalar el aire.

despues de llorar esa risa desquisiada y tu nariz molida; sostienes esas charlas contigo mismo en una cárcel o en una clínica.
El cuerpo no me responde, hermano. Es como si hubiese caminado todos esos kilómentros para decirte que estoy ahí. Detrás de ti. Por si me necesitas.
Volver al comienzo del invierno y darme cuenta que tal vez estás en lo cierto. Dime cómo lo haces. Cómo te vas lejos, para siempre, mientras nosotros damos vueltas en la ratonera. Portándonos bien.
Se hace todo más difícil. Todos hacen todo más difícil.


jefesito

jefesito

patroncito

un poquito más atras. Ahora quiébrese.

jefesito,

cara de jefe.


El peso de la conciencia tardía resbalándose escaleras abajo. Y el gruñido perpetuo hacia la mala clase, la leche cortada de los supermercados, los cibercafés, las micros, los márgenes silenciosos de esta cultura hecha añicos, dura de matar.

Yo y el fuego [el journal de un sicópata]

Pienso en una casa quemándose entre olivos y sal y sol radioactivo que dibuja las llamas lentas, acogedoras.

¿Cómo arde una lavadora o un televisor?

Un vestido de novia. El pan, un envase de yogurt vacío. Una rata en una bolsa de basura. Una pepona, un auto en miniatura. Una batería, un imán. 10 hectáreas de maíz y claveles.

Quiero verlo todo arder.

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Durante un experimento bastante estúpido sobre la combustión de los alcoholes, que exponían unas compañeras frente a la clase aburrida de “ciencias”, esa calma característica del valle y el cielo blanco de la mañana ocasionaron la determinación (tal vez) morbosa de una gorda desordenada que no aguantó la inercia. Vertió un chorro desmedido de alcohol metílico sobre un vaso precipitado en llamas. Este rebalsó ardiendo y alcanzó a un compañero que traía de esas tenidas deportivas inflamables. Se prendió de inmediato a la altura de las piernas. Y el fuego ascendía precipitado fuera de control, provocando pánico inmediato. Una característica que respeto del fuego es que por insignificante que sea al principio, tiene la capacidad de expanderse raudamente con violencia vivificante. La profesora comenzó a llorar, mientras se tapaba la cara y daba saltitos nerviosos, a los pocos segundos. La mayoría de mis compañeros observaban retirados y asustados. Con cierto respeto se mordían las uñas. Otros intentaron extinguirlo con polerones y paños. Y Melús se movía como en una diablada. O era el diablo en persona apoderado del cuerpo de Melús, inmune y juguetón, neutralizando a la autoridad, reduciéndola a una magdalena frustrada que no puede pensar en otra cosa que en su propia fatalidad. Un compañero inadaptado, siempre muy silencioso, se para en la mesa del pupitre y con la mano derecha empuñada grita: ¡revolucióooooon! Aprovechando que la profe está inutilizada y los compañeros absortos en todos esos pequeños eventos desordenados. Sin saber que pensar, removiéndose distintas cosas en el interior de cada uno. En secreto, compartimos esas revelaciones de carácter y personalidad. No me cabe duda que al menos dos compañeritos querían ver a Melús calcinado, o consumiéndose lentamente hasta la muerte. Otros estaban estupefactos, casi inconcientes almacenando simbolismos en el tapiz del cerebro, para la adultez, quién sabe. Otros, por defecto, o por una moral mayor inculcada a punta de iglesias y cinturones deciden acabar con el show, se arman de valor y aplacan su curiosidad, y ese momento puede pesar después, ser el bueno porque sí. Cogen el extinguidor de la pared de afuera y rocían el polvo sobre Melús aleteando con la gracia de un cóndor. Dios. Esto se acaba, ahora vienen los pormenores aburridos. Melús está bien, un poco choqueado naturalmente, como saliendo de un trance, pero bien. Algo desnudo.

Saturday, March 12, 2011

pagar con el desengaño

las nenas están corruptas

se creen diosas virginais con clítoris de jalapeño

no van a doblegar mi espíritu aunque las tripas tiemblen y me piquen los sentidos

mientras, el cosmos no arreglará nada sin atragantar su rotación

y se amarre el pelo y deje de ser mezquino

bórrame loquita

ese pequeño objeto clavado en las bitácoras de medianoche, que se agranda con sólo pensarlo; como un culo ignoto, redondo y firme

Tengo que descender 40 pisos por ese agujero satánico hasta el mismísimo averno

para poder transpirarte y llorar.

Y en el nombre del infame bastardo destruir la triada mordaz y repetitiva inherente a todos los emprendimientos humanos: pasión – resentimiento – y la tentación de auto exterminación punzando como las ganas de fumar o el hambre de media mañana. Las frutas sin pepas y desabridas de todas las ferias ulteriores, de cualquier estación.

Monday, March 07, 2011