Wednesday, December 30, 2009

otras anotaciones

Todas las minas vienen con la regla a mi casa

Dejan sus manchas en las baldosas del baño

Y terminan puteándome por todo.

Bajé considerablemente la cantidad de café que le meto al cuerpo. Como si quisiera quedarme dormido. Como si algo me llamara con urgencia desde el sueño.

El calendario de la cocina sigue en septiembre del 2009, con una foto del galán y la mina de “Vacanze Romane” en una Vespa a toda raja. El reloj osciló del segundo 51 al 52 hasta agotarse, cuando te fuiste. Y el otro siempre estuvo detenido.


Sueño del 29 de diciembre

Me lavo los dientes a cada rato, después incluso de hablar.


Sueño del 30 de diciembre

Pisco elevado con sabor a vodka tónica en una pieza azul neón rascamente futurista y unos vasos marcianos.

Una tomatera decadente en la pieza del segundo piso.

La Javiera, que era una mutación terrible de la Javiera y la Zu, era mía sin esfuerzo. La engrupía en el peor momento, borracha y triste. Esto destrozaba a no sé quién cercano que media la mitad de lo que mido y le tenía ganas hace rato.

Cajetilla de cigarros con una palanquita inútil para expulsarlos con elegancia. Mejor buscaba mis corrientes arrugados en la otra pieza.

Todo moderno pero defectuoso.

Conversaba pero estaba patéticamente sordo. Pensaba en que era el efecto de tocar y tocar tan fuerte como podía. Lo cierto es que no quería escuchar y el mensajero no tenía intenciones de ser entendido.

A alguien sentado a tres puestos le explico como elegir, mediante la posición de las manos en la cama, entre una pesadilla o un buen sueño.

Despertome la llamada de Felipe. Todo sigue igual que antes de dormir. Incluso más caluroso.

Pensé en los retratos impecables de Baca-Flor.


Resolución n1:

Inventar un perfume. Que contenga el olor de tu cocina y tu pelo al jugo. De tu leche y tus cartas en la cajita mística enterrada bajo tu cama. De tu piel salada y ardiendo.

Comprar una libretita que rellene mi trasero y un bic versátil para colgarlo en la camisa.

Tuesday, December 01, 2009

Todo el mundo condena las distinciones de clases, pero muy poca gente quiere abolirlas. Y así llegamos al importante hecho de que toda opinión revolucionaria extrae parte de su fuerza de la secreta convicción de la imposibilidad de cambiar nada.
Mientras se trate sólo de mejorar la situación del obrero, toda persona decente estará de acuerdo. A todo el mundo, excepto a los tontos y a los sinvergüenzas, le gustaría, por ejemplo, que el minero viviera mejor. Pero, desgraciadamente, con el simple desear las distinciones sociales no se consigue nada. Mejor dicho, es preciso desear que desaparezcan, pero tal deseo carece de eficacia si no se comprende lo que se representa. El hecho que debemos afrontar es que la abolición de las distinciones sociales significa abolir una parte de uno mismo. Todas mis ideas son ideas de la clase media, y para superar mi pertenencia a una clase, debo eliminar no sólo mi esnobismo, sino también la mayoría de mis gustos y prejuicios. Debo cambiarme a mi mismo de manera tan radical que si lo hiciese, casi no me reconocería como la misma persona.



George Orwell
The Road to Wigam Pier, 1937