Wednesday, November 30, 2005

ir sin desayuno

Vivo alienado. y que. son los audífonos. un mango plateado partido en dos. tengo hambre y no importa que botón apriete el circo comienza. William Borroughs es mi amigo y me subo a lo que sea que me transporte y muevo la cabeza y las manos sin moverlas. estático, mirando al vacío o a ese tipo extraño que se rie mientras se pasa la mano por toda la cara, tratando de disimular su fijación fálica hacia el resto de los viajantes.
William me contó que no le gustaban los zapatos blancos, pero ahora parece haberse olvidado de esa declaración que emergió de la nada, cuando mirábamos un ballet callejero. vease show de busconas dopadas en una estación del metro. ahora está con un magic marker escribiendo sus iniciales en el tapiz sicodélico del tren numero 1049. un asiento se desocupa, pero creo que no es lo mismo. bailar sentado te hace ver ridiculamente tieso.
un pie de cueca con la muchacha que nos abandona, que porcierto está sumergida en sus propios compáses, en el medio del carro y Willie saca su armónica para acompañarnos.
acaso sabes a donde vamos? pero eso no depende mucho de nosotros, mientras 5´07 se convierta en 5´08.
un café y trompetas chillonas, como nos gusta.
quema.
pincha.
and Willy´s ears bleed. porque la velocidad es suspenso sónico y ese paisaje prostituido y errático no es mas que un trio de colores desteñidos.

intro

Give me some kind of hint.. when to shoot! I just cant improvize no more.
who needs smelly blood flowing down our streets anyway, in our machines. It makes me sick. Those fuckin´monkies wearing glases, walking like they dont care, looking good in their pink suits and green shoes and stoping in the traffic lights, calling taxis.
Is that one eating curry-something? dead!
Is that taking a photo of a naked lady with some really expensive earings? wasted!
the naked boring lady.. toast!
anyone else would like to try my MG-60? its fucking hot!

Tuesday, November 22, 2005

ketchup & mostaza

.eso es hablar de represión. Es otro tema. Yo te estoy diciendo que el hueón fue un desadaptado de proporciones.
No le gustaba como funcionaba el consejo, ni la casa de sus papás, ni el plan financiero de su novia, ni la distribución de la mesa a la hora de tomar el té. Siempre detesto a los entuciastas seducidos por un mal chiste, a los que se ponian pálidos cuando estaba nublado y luego querían acaparar el sol. Se cansaba de la velocidad pero no pudo estar un segundo sin acelerar. Nunca soportó a los vendedores ni a los profesores, le repugnaba el aliento de la mayoría.
Qué significa el cemento, por qué las señoras de mi barrio se sienten bien después de entregar dinero. Dijo que el consumismo era un forma de automedicación. El secreto bien guardado de viejas antiguas, guatonas y rimbombantes.
Lo cierto es que nunca dejas de ser un maldito púber baboso. Luego te drogas y comes las salchichas con curry que prepara tu suegra los domingos por la tarde.
Desaprobaba el discurso básico de su siquiatra y el rebuscado de su vecino cuando comentaba- simulando que compartían algo más que la pared lateral- las estadísticas del fútbol.

Monday, November 14, 2005

fashion polizei - berlin

Veo a una china en vías de occidentalización voluntaria y el primer paso es la tenida absolutamente incoherente en todos los términos estéticos: mucho fucsia, mucho rojo, muchas botas doradas.

cave

El café esparcido por la cocina. En el piso. En tu cara.
Y estabas dormida entonces, pero podías escucharlo todo. La cuchara golpeando la taza, el tipo barriendo en el pasillo, mi estómago exclamando por un poco más. E intercambiamos discos desde hace veinte años. Las cremas para las espinillas, los gusanos en la espalda y refunfuñó por el día demaciado gris y el olor a pata en el baño. Ahora todos recuerdan cuando eran doce años mas jóvenes, se parecían mucho a mi. Imbéciles con intenciones de follarse a todas las pendejas del planeta, pero lo único que consigues al fin son vegetarianas activistas que estudian la economía china y se creen muy follables y se mojan enteras cuando les tocas los pies y no dices una sola palabra. Se prueban a ellas mismas y no eres más que una maldita máquina. Qué es lo que quieres? y luego van y se toman fotos junto a rugbistas neozelandeses viéndose todas deseables. Y cómo me las arreglo para despertar por las mañanas y olvidar la noche. Y es que soy un maldito masoquista sin trapos de cuero y cadenas, te sugiero todo el tiempo que te vayas y no vuelvas, que mi capacidad de estar despierto es nula, que es imposible sin antes embriagarme de vino y tu veneno caliente.
Se supone que tengo que leer a Proust y dejar de especular estupideces de como se muere todo. Y a pesar de mis legañas como huesos expuestos es posible que concertes una cita para tres días más y la pregunta que me hago no importa dónde esté: Qué estás haciendo aquí?
Y nos duele un poco el estómago y el telefonazo oportuno a mediodía, para avisarte que todo cambió un poquito, solo un poquito.
Y suenan un rato unas guitarras y se arman nuevos planes sin esquema. Nos reímos de mí. Y me corre la paja y me dice que ha tratado un montón de veces de tragárselo, pero que la consistencia ambigua se lo impide. Típico, lo quieren, la mayoría de las veces, duro.
Y ahora es cuando empezamos a saltar sin razón y me pide que la folle y luego dice que no puede, que se tiene que ir, a no sé donde. A embriagarse quizá, a nadar, a morder otro lugar, a hablar con foragidos de sus aventuras interplanetarias.
si te sientes solo no tienes más que llamarme. Es posible que no tenga tiempo. Pero cuando escuches mi voz al menos imagínatelo. Puedes nadar dentro si quieres.

jones

es así como nunca deje de preguntarme por qué me habías liquidado. Esa noche horrible, absurda. Al frente de tu casa, sentados en las alcantarillas, cerca del rio. Y la vecina de ochenta años que luego me regalo un San Camilo para que me protegiera, y lloramos, le regale 11 tipos de soledad y todos se burlaron de nosotros, porque estabamos violando lo único que teníamos, que compartíamos. Y el pescado congelado y cuando llamaba a los pacos por el ruido. Pacos y la concha de sus madres. Volvían y amenazaban y se taimaban por el portazo estridente. los gritos, los golpes, los te amo, los no te vayas, los hijoputa, la aspiradora encrustada en la pared, plantas flageladas, discos de bossa fragmentados y ese tipo menudo y miope espiando todo desde su despacho en el primer piso. Las historias de Cauquenes y de cómo se comía y se bailaba, de las ganas flotando en alcohol y juventud, esa sordera acaso voluntaria. Fuí un Jockey y tuve a muchas, pero la maldita sordera. No eres un superser, no eres un superser, no eres un superser. y si crees que lo eres, vas a asegurarte largas tardes en una silla que rechina con cada minúsculo movimiento de tu trasero frente a un escritorio gris y monótono, hasta que te contagies de algo y tu mujer (que sólo dios y su madre se enteraron de lo asimétrica que era) se vaya con el taxista de dos casas más alla.
Golpeaban la puerta y nos daba lo mismo. La vieja esquizofrénica del piso nueve y sus manifestaciones a golpe de cacerolas por todos los pasillos. Nadie te robó las llaves de tu casa ni las cucharas del té, déjanos dormir. Y nos fumamos un porro y esta vez llamamos nosotros a los pacos y casi nos cagamos. Otras veces tocaba el repartidos de pizza y nos poníamos serios y los espiábamos un momento por el ojete de la puerta. Armábamos una pequeña escena de escándalos y celos, se nos perdieron los cupones y el tipo ponía una cara de pobres imbéciles vayan a hacerle show a la puta que los parió.
La verdad es que nadie se reía de nuestros montajes improvizados para la risa. Nos envidiaban. Y es que teníamos esa capacidad infantil de despegarnos majadera y absolutamente de la realidad. Y nos cortaban la luz la mayoría de las veces y acumulábamos los periódicos sin leerlos. El protagonismo fue nuestro y lo aprovechamos demaciado.
y esa mudez cuando escuchamos a Cannonball Adderly, con los ojos cerrados y la lavadora haciendo lo suyo. El sofá y horas de metraje hiperactivo. Las estadisticas nunca nos condenaron.
y el último pedazo de papel que te escribí. En la ventana del bus cuando me devolvía a Santiago, luego de muchos ensayos: te deseo. Y la puta poesia no se escapa de esto.