Tuesday, November 30, 2010

Todas las canciones del bar funcionaban





“cuando es con vos, siento todo ideal”


y la cerveza nos llevó a cualquier parte.

mobile vulgus

Hay olor a leña en medio de un parque del centro de Santiago.

Un montón de rostros. Vegetales, en una feria calurosa, manoseados por la ciencia.


Prendo un cigarro y completo el puzzle salpicado de ketchup en un diario dejado ahí esa mañana por algún transeúnte resignado - conocía elementos de la tabla periódica y el apellido de una celebridad local rejuvenecida-, que alcanzó a garabatear mientras se tragaba una sopaipilla.


Hay unos nómadas infiltrados en medio de un parque del centro de Santiago.

Avivando el fuego, golpeándose.


Los que nacen con la necesidad de inconformidad y se desplazan en círculos, mansos, hacia el corral de lo bueno. A masticar el goce y defecar la miseria..

..trotan con sus máscaras de ciudad y se bañan en el humo de las cocinas improvisadas de los merodeadores, espías inquisidores, hombres del futuro con camuflaje de grasa y smog, batiendo en sus naves de supermercado pedazos de evidencia desgreñada. Protegidos por un campo de fuerza pestilente de dos a tres metros de diámetro y las buenas señoras del ejército de salvación. Facha rocanrolera y ese tufillo a sarín. Gritan. Como si estuvieran en cápsulas presurizadas. Vaya a saber uno si el oxígeno no es suficiente o si se atragantan en cada gemido. Se quiebran sin ser vistos, todo les queda lejos. Se tropiezan con las tretas del tiempo semidomado. Sostienen un tazón y ecos de cobre para alimentarse la siguiente noche, en otro lugar. Vestidos de abejas y hadas madrinas fundidos en la murga de vuelta y macedonia de los hospitales.


Fríen con violencia, se callan, se acuestan.

Se les pega la cebolla y se dan cachuchazos como si estuvieran en semifinales.


Tres quiltros resguardan los flancos en un equilátero estratégico y esperan pacientemente los restos de los restos. Ladran puntuales un vals sin apuros.

Radio a pilas. Se acuestan.


Pico con la civilidad.

Tuesday, November 16, 2010

el precipicio entre Jesus y yo


Afuera el fantasma de barrio. Contenido en la humedad de sus pasillos entre pedros y santas, contenido en el esplendor del silencio. Pequeños fantasmas nocturnos chapotean en las esquinas. Chutean una pelota y fantasmas encorvados vueltos a la vida y a la muerte numerosas veces como jugadores empedernidos que extraviaron sus monedas, las esquivan con una parsimonia exasperante. Fantasmas se difuminan entre los autos y los arboles detenidos. Apenas murmullan memorias primitivas, y entrelazan sus extremidades transparentes, como si hubiese llovido aceite. Fantasmas compran pan duro y miran desde sus cortinas traslúcidas.

Tuesday, November 02, 2010

born to kill

criado para ser presidente
criado para ser matón
criado para ser lo contrario
criado para ser un mártir
criado para sintetizar
criado para ser enfermera
criado para follar
criado para complacer
criado para migrar
criado para dar lástima
criado para obedecer
criado para eructar
criado para buscar
criado para temer
criado para fracasar

lo único en común es latinoamérica

paseo al baño

No es mi intención fabricar un collage con todas las majamamas aquí vertidas, que en su génesis son alquimia de color y transistores, en forma de letras y palabras y oraciones transcritas con la más inútil de las pretensiones. Como por el instinto natural de supervivencia. La necesidad furibunda de convertirse en el más fuerte. Intachable prototipo de héroe clásico en la adversidad contemporánea. No encontraré sosiego hasta ver la sangre circular libre en la palidez de nuestro tiempo. Pero es una farsa. Las ferias de las pulgas han perdido su cuerpo. Nadie entiende los juegos porque son otra forma aplastante de angustia; subyacente a la competencia y a la lucha y a la búsqueda primordial de satisfacción. La triste paradoja es que todo lo que pueda llegar a configurar, independiente de por qué sea concebido (razones heroicas, sin duda, con un toque masturbatorio), emana de la angustia. Y tal vez lo más acertado sea preparar una mochila simbólicamente liviana, el envase práctico de mi mismo e irme al carajo, husmear en las filosofías y ejercicios espirituales más allá de los mares del oeste que nos enjuagan hasta el tuétano. Ni siquiera sé que llevaría. Podría faltarme cualquier cosa. Y probablemente me olvidaría el cepillo de dientes. Por su falta de dimensiones poéticas. Entonces empezaría, donde quiera que caiga, a recolectar, nuevamente, una serie de utensilios sin gracia para el día a día anclado a las costumbres. Lo nuevo es un sucedáneo de las costumbres. Puedes tener los pelos más escandalosos y la espalda pintada de libertad, sin embargo, llegarás a tu casa, en algún momento volverás, a mirarte al espejo y encontrar unas cuantas contradicciones.

Invernar en primavera, con el fin único de evitar a la gente que crees que conoces, aburrido de sus conjuros y miedos. Los músculos faciales torcidos de tantos esbozos de sonrisas de mentira, en lugares que no corresponden, con paisanos que no te llamaron. Tratando con ridícula voluntad de llenar los espacios hacinados de la felicidad.