Saturday, March 04, 2006

veneno para matar perros

que significa realmente que te guieñen un ojo?
Lo han hecho mujeres en innumerables oportunidades, pero también hombres que dicen gustar de hembras, con quienes he desarrollado una amistad por conveniencia más que nada; de un mutuo acuerdo de compañía y nada más. Puedo entender el filtreo femenino, pocas veces consumando a mi pesar, pero el mensaje es bastante claro: no estás mal chico, si alguna vez nos cruzamos en el lugar adecuado no dudaré en ser más explícita.
Pero cuando te lo hace un tipo, casi con la misma expresión de aceptación, de “hablamos más tarde” o “recibirás lo tuyo”, paso. No tengo repertorio para responder a esas insinuaciones indefinidas. He lidiado con gays que sintieron en alguna oportunidad una atracción forzada y sin alternativas hacia mi. Quizás porque tengo esa parada de ser un tipo simple, que anda en busca de amor libre y un buen rato. Que sabe lo que hace, qué sé yo. Como un perro callejero que nunca tuvo amo, ni siquiera un amigo. Un vago que aparte de buscar comida en los tarros de basura no tiene nada más que observar como se mueve el mundo social a su alrededor, y a los privilegiados de su especie, corriendo junto a sus dueños en los caminitos de los parques, lejos del cemento y las callejuelas oscuras con olor a meado en las que irremediablemente tiene que habitar, escondido bajo cajas de cartón sin nadie que limpie su plasta, que se acumula en todas partes.
Su única conección con los humanos es quizás el representate viejo y borracho que mea sin escrúpulos su pelaje, o su casa. Pero este perro humillado, reducido a una rata o a una plaga subterránea del estilo, sigue idealizando a sus victimarios, pone cara de pena y trata sin muchas ganas de que alguien sienta empatía. Y corra con él, por sectores reservados para parejas felices, lejos de la hostilidad de las avenidas.
La suerte de este personaje está tirada, sin posibilidades concretas de revelarse contra ella, será atropellado por una camioneta de la perrera municipal o en su defecto atrapado por los funcionarios de ésta, que le servirán la primera merienda que ha probado en un plato casi tan tierno como los de los privilegiados, confiando hasta el final en la reivindicación de esa hermandad intrínsica entre humanos y caninos. Los funcionarios lo envenan con tetrametileno disulfotetramina junto a decenas de otros desafotunados, con lo que no tuvo oportunidad de olerse.

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