Monday, July 18, 2011

brocas

Acaso no es el tiempo tu aliado, hermano? Porque fuimos de alguna forma extraña amantes incestuosos, de esos mellizos inseparables que se completan las oraciones y observan meticulosamente todas la infancias, casi escarbando el cementerio de los otros y explorándose a ellos mismos para reafirmar su condición de iguales. Y aún así encontrando artimañas para distanciarse y acentuar la identidad cómplice adquirida de una matriz errática. El tiempo rara vez coagula esa corriente inquieta de sangre aliada. La diluye a tramos con el agua de las lluvias y el mar, la extrae para estudiarla en vínculos fallidos de hermandad artificial, se decolora en las vertientes y se mezcla en los piqueros al vacío y en los lavados consecutivos de estómago, el rinso sale hasta por las orejas. Las risas que brotan como una maleza divina nos delatan. Y la cara extendida, vencida por la gravedad del tedio y la decepción y los largos silencios incómodos para los mortales definitivos. No tenemos miedo cuando estamos juntos. Ni siquiera cuando estamos en medio de una disputa callada. Disparando a quemarropa esas municiones con puntas envenenadas en un atentado fratricida del cual no sabemos quién saldrá incólume o desangrado. Porque ésta se desvía al menor estímulo, basta una palabra o una mueca para desconocer sus planes y quedar sediento. Nacimos amurrados y tercos. Mutantes incontenibles de cuatro manos y cuatro ojos. Bisexuales, bipolares, cuadrafónicos. Bestias intempestivas que no comulgan con la individualidad y que jamás se cerrarían al roce entrópico de un trío. Cualquier nimiedad basta para encontrarnos. Volando bajo. Engañados y solos. Después de cuantos veranos brillantes e inviernos lúcidos podridos de parafina. Las guatas se traspasan y el aliento es el mismo.

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