act1

go west

No sabíamos qué estábamos haciendo. Acaso L tenía un presentimiento… vago, por cierto.

Se hizo costumbre para mí verle la cara antes de emprender casi cualquier hazaña y una obligación urgente notar si sus ojos se achinan, o si se muerde el labio, o si la cabeza se le mueve, casi imperceptible, como una bolla en alta mar. Y mira fijo, con un óvalo ligeramente hinchado; puede que hasta sus fosas nasales se expandan y comience a usar más oxígeno del necesario. Entonces nos disculpamos (si es que el acto de avanzar involucra contratos con nuestra especie) y nos alejamos como dos amigas copuchentas y charlamos inclinados. La estrategia es simple: corremos el riesgo ciego de la epopeya en cuestión ó balbuceamos la primera barbaridad que se cruce entonces por nuestras cabezas ocupadas para zafarnos de un destino – muy posiblemente – aciago.

Todo esto basándonos en un pupurrí de advertencias abstractas que recepciona L no sé cómo. Acaso en una dimensión exclusiva, dónde los animales tienen palabra y a la que claramente no sé llegar.

Mientras, yo sudo elucubraciones laberínticas y tiemblo incómodo.

Naturalmente, hay graduación en el peligro, como en el amor o la locura. Quiero decir, muy rara vez alguien ha percibido la totalidad del efecto y entrado en un estado de certeza absoluta. Existen epifanías, pero éstas son el resultado de cavilaciones recurrentes que encuentran una consecuencia en un momento inoportuno, a menudo muy temprano o tarde. Así que terminas de cualquier forma aventurándote hacia lo desconocido.

qué día es hoy?

Jueves.

es un puto Jueves de mierda.