Monday, November 14, 2005

cave

El café esparcido por la cocina. En el piso. En tu cara.
Y estabas dormida entonces, pero podías escucharlo todo. La cuchara golpeando la taza, el tipo barriendo en el pasillo, mi estómago exclamando por un poco más. E intercambiamos discos desde hace veinte años. Las cremas para las espinillas, los gusanos en la espalda y refunfuñó por el día demaciado gris y el olor a pata en el baño. Ahora todos recuerdan cuando eran doce años mas jóvenes, se parecían mucho a mi. Imbéciles con intenciones de follarse a todas las pendejas del planeta, pero lo único que consigues al fin son vegetarianas activistas que estudian la economía china y se creen muy follables y se mojan enteras cuando les tocas los pies y no dices una sola palabra. Se prueban a ellas mismas y no eres más que una maldita máquina. Qué es lo que quieres? y luego van y se toman fotos junto a rugbistas neozelandeses viéndose todas deseables. Y cómo me las arreglo para despertar por las mañanas y olvidar la noche. Y es que soy un maldito masoquista sin trapos de cuero y cadenas, te sugiero todo el tiempo que te vayas y no vuelvas, que mi capacidad de estar despierto es nula, que es imposible sin antes embriagarme de vino y tu veneno caliente.
Se supone que tengo que leer a Proust y dejar de especular estupideces de como se muere todo. Y a pesar de mis legañas como huesos expuestos es posible que concertes una cita para tres días más y la pregunta que me hago no importa dónde esté: Qué estás haciendo aquí?
Y nos duele un poco el estómago y el telefonazo oportuno a mediodía, para avisarte que todo cambió un poquito, solo un poquito.
Y suenan un rato unas guitarras y se arman nuevos planes sin esquema. Nos reímos de mí. Y me corre la paja y me dice que ha tratado un montón de veces de tragárselo, pero que la consistencia ambigua se lo impide. Típico, lo quieren, la mayoría de las veces, duro.
Y ahora es cuando empezamos a saltar sin razón y me pide que la folle y luego dice que no puede, que se tiene que ir, a no sé donde. A embriagarse quizá, a nadar, a morder otro lugar, a hablar con foragidos de sus aventuras interplanetarias.
si te sientes solo no tienes más que llamarme. Es posible que no tenga tiempo. Pero cuando escuches mi voz al menos imagínatelo. Puedes nadar dentro si quieres.

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