Monday, November 14, 2005

jones

es así como nunca deje de preguntarme por qué me habías liquidado. Esa noche horrible, absurda. Al frente de tu casa, sentados en las alcantarillas, cerca del rio. Y la vecina de ochenta años que luego me regalo un San Camilo para que me protegiera, y lloramos, le regale 11 tipos de soledad y todos se burlaron de nosotros, porque estabamos violando lo único que teníamos, que compartíamos. Y el pescado congelado y cuando llamaba a los pacos por el ruido. Pacos y la concha de sus madres. Volvían y amenazaban y se taimaban por el portazo estridente. los gritos, los golpes, los te amo, los no te vayas, los hijoputa, la aspiradora encrustada en la pared, plantas flageladas, discos de bossa fragmentados y ese tipo menudo y miope espiando todo desde su despacho en el primer piso. Las historias de Cauquenes y de cómo se comía y se bailaba, de las ganas flotando en alcohol y juventud, esa sordera acaso voluntaria. Fuí un Jockey y tuve a muchas, pero la maldita sordera. No eres un superser, no eres un superser, no eres un superser. y si crees que lo eres, vas a asegurarte largas tardes en una silla que rechina con cada minúsculo movimiento de tu trasero frente a un escritorio gris y monótono, hasta que te contagies de algo y tu mujer (que sólo dios y su madre se enteraron de lo asimétrica que era) se vaya con el taxista de dos casas más alla.
Golpeaban la puerta y nos daba lo mismo. La vieja esquizofrénica del piso nueve y sus manifestaciones a golpe de cacerolas por todos los pasillos. Nadie te robó las llaves de tu casa ni las cucharas del té, déjanos dormir. Y nos fumamos un porro y esta vez llamamos nosotros a los pacos y casi nos cagamos. Otras veces tocaba el repartidos de pizza y nos poníamos serios y los espiábamos un momento por el ojete de la puerta. Armábamos una pequeña escena de escándalos y celos, se nos perdieron los cupones y el tipo ponía una cara de pobres imbéciles vayan a hacerle show a la puta que los parió.
La verdad es que nadie se reía de nuestros montajes improvizados para la risa. Nos envidiaban. Y es que teníamos esa capacidad infantil de despegarnos majadera y absolutamente de la realidad. Y nos cortaban la luz la mayoría de las veces y acumulábamos los periódicos sin leerlos. El protagonismo fue nuestro y lo aprovechamos demaciado.
y esa mudez cuando escuchamos a Cannonball Adderly, con los ojos cerrados y la lavadora haciendo lo suyo. El sofá y horas de metraje hiperactivo. Las estadisticas nunca nos condenaron.
y el último pedazo de papel que te escribí. En la ventana del bus cuando me devolvía a Santiago, luego de muchos ensayos: te deseo. Y la puta poesia no se escapa de esto.

1 Comments:

Blogger se said...

fucker

8:57 AM  

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