Tuesday, December 01, 2009

Todo el mundo condena las distinciones de clases, pero muy poca gente quiere abolirlas. Y así llegamos al importante hecho de que toda opinión revolucionaria extrae parte de su fuerza de la secreta convicción de la imposibilidad de cambiar nada.
Mientras se trate sólo de mejorar la situación del obrero, toda persona decente estará de acuerdo. A todo el mundo, excepto a los tontos y a los sinvergüenzas, le gustaría, por ejemplo, que el minero viviera mejor. Pero, desgraciadamente, con el simple desear las distinciones sociales no se consigue nada. Mejor dicho, es preciso desear que desaparezcan, pero tal deseo carece de eficacia si no se comprende lo que se representa. El hecho que debemos afrontar es que la abolición de las distinciones sociales significa abolir una parte de uno mismo. Todas mis ideas son ideas de la clase media, y para superar mi pertenencia a una clase, debo eliminar no sólo mi esnobismo, sino también la mayoría de mis gustos y prejuicios. Debo cambiarme a mi mismo de manera tan radical que si lo hiciese, casi no me reconocería como la misma persona.



George Orwell
The Road to Wigam Pier, 1937

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