Friday, July 27, 2007
Thursday, July 26, 2007
9.41

Frenesí pasó hoy por mi cabeza. Impulsado por él me saqué los zapatos y manejé descalzo. Como un jipi asqueroso.
escribí un poema, se llama
CUNT CUNT CUNT
Sexy voice on the telephone,
Makes you all dizzy - you'll probably fuck up these fantasy
Start to cry and scream and spit after ten long years.
Can´t do so I teach
How to remain smiling and please.
Head full of codes,
Chop it off! - inner enthusiastic voice
no way no care
remembering ‘em all
I said chop it off!
Would you, my future drunk shot love
Keep on begging smiling bending
I wont appear
Probably along with Jesus till end of all years.
Tuesday, July 24, 2007
Sunday, July 22, 2007
Wednesday, July 18, 2007
Monday, July 16, 2007
güinter en santiago
Prefiero la versión cínica del prójimo. Los instantes en que juntos alimentamos a troles con estocadas corteses. Risas de bribones elegantes, petrimetes, seductores impertinentes y sus técnicas urgentes, un homenaje a la desesperación pop- esto es así.
Largo estuve sentado en un sofá sin hacer más que comer y escuchar acordeón y hacerme pajas un par de veces al día, o cuando la frustración lo demandara para continuar comiendo y escuchando los pasajes sincrónicos de mi memoria. Las manos heladas y torpes. Todo es regular. Hasta el minuto predeterminado para mirar por la ventana y sentirse horrorizado con el producto adulterado.
Un redundante y aburrido círculo. No hay nada sagrado desde que tengo memoria. Uno que otro invierno absurdo y extraño del que no se puede presumir nada. Aparte de tu colección de pelo, la barba cultivada por más de ocho años, como una mata de helecho sangrante (y lo digo por mis vellos bermejos más que por el canibalismo inminente). Detesto las rotondas y, producto de mi mala suerte – ridículamente oportuna-, he quedado a cargo de un departamento ubicado en la periferia de una de estas circunferencias caóticas. Cruzar la avenida para comprar víveres y remedios contra la gripe se ha transformado en una epopeya inútil.
Largo estuve sentado en un sofá sin hacer más que comer y escuchar acordeón y hacerme pajas un par de veces al día, o cuando la frustración lo demandara para continuar comiendo y escuchando los pasajes sincrónicos de mi memoria. Las manos heladas y torpes. Todo es regular. Hasta el minuto predeterminado para mirar por la ventana y sentirse horrorizado con el producto adulterado.
Un redundante y aburrido círculo. No hay nada sagrado desde que tengo memoria. Uno que otro invierno absurdo y extraño del que no se puede presumir nada. Aparte de tu colección de pelo, la barba cultivada por más de ocho años, como una mata de helecho sangrante (y lo digo por mis vellos bermejos más que por el canibalismo inminente). Detesto las rotondas y, producto de mi mala suerte – ridículamente oportuna-, he quedado a cargo de un departamento ubicado en la periferia de una de estas circunferencias caóticas. Cruzar la avenida para comprar víveres y remedios contra la gripe se ha transformado en una epopeya inútil.