Tuesday, February 21, 2006

personajes

Norman, Charlot y August van en el motor-home-imbiss de Norman. Por la carretera de ¿ mirando en silencio el camino. Transportan un ataúd en el techo del vehículo. Es Pfand, quien ha sido asesinado hace unas horas en el metro de Berlin. Los cuatro se conocieron en una escuela humanista de centro izquierda, hace 10 años, en una ciudad que no figura. Fueron amigos durante los estudios y luego, al terminarlos, se separaron. Cada uno siguió un camino diferente. Norman prepara omelettes para camioneros en posadas de la carretera. Charlot es dramaturgo autodidacta y trabaja con un escenógrafo en cavernas de distintas ciudades, hace teatro político, sangriento y explícito. August dirige porno, de bajo presupuesto. Y Pfand, tocaba una guitarra en los trenes por monedas.
No tienen muy claro donde van, pero están acostumbrados, no han parado de viajar por mucho tiempo. Hablan de venganza, especulan sobre qué enemigos se trata, cuales fueron los motivos. Hablan del entierro. De la muerte en silencio. ¿Por que lo habian matado?
A Pfand no le bastó alegar. Fue un endemoniado. No temía decir cuan podrido estaba. Hablaba de terrorismo, como si fuese una medida legítima para acabar con convenciones hipócritas y de particular interés para familias oligarcas. Creía en la guerra civil sin juicio, que debía estallar en cada campo, en cada pueblo, en cada ciudad y en fin en cada rincón del planeta donde habitara parte de la especie, para que los distintos escalafones tuviesen significado o lo perdieran definitivamente. Terror. Todo era más tenebroso de lo que parecía. En el rol de un loco, pero no de idiota, que no son más cuerdos que un imbécil, pero tratan todo el tiempo de ocultarlo. Por vanidad.
Se preguntó como funcionaría una sociedad que lidiara unánime con su oscuridad. Con sus confesiones insanas. No para reemplazarlas por fábulas optimistas que alimentan a los embusteros, oraganizadores celestiales. Como una familia que no se oculta nada, que comparte sus degeneraciones evitando la implosión, tomando en cuenta las tinieblas que les sugiere amable y sin segundas intenciones, el camino necesario.
El caracter incierto de nuestra existencia se confirma incansable e inútil con la utilización reiterada de la mentira, en el amplio sentido de ésta. Qué es lo que estás respirando, incrédulo.
Una calcomanía verde es suficiente.
Antes de irme por la cañería, un rato, a bucear, a encontrar otro lugar de veraneo; lejos de las playas de la zona central, que se agitan mucho para mi gusto y consiguen darme dolor de cabeza, las muy putas.
El porno ultra fetiche de mi compañero. Prescinde de los desnudos totales, porque se basa, más que en los surcos tibios femeninos, o en el ojo irritado masculino (y su inminente encontrón), en las formas, en la estética de los cuerpos adornados; con cinturones que regulan el ancho de las caderas, marcando los límites divisorios del cuerpo; pequeñas porciones de ropa interior asomándose, transparencias que camuflan la piel apretada, pantis negras que se pierden junto con los muslos hichados bajo la faldas, calcetines con lunares púrpura.
Las zonas erógenas estan perfectamente señaladas. Donde se encuentran las alhajas, que no son más que estimulantes sexuales, casi adheridos, en los tobillos o en los dos dedos más largos de la mano. El coño y su fascinación, la mayoría de las veces obsesiva, recuerda a la madre, al líquido amniótico, a la placenta y el encierro en cirscuntancias inciertas, cómodas, por decir algo. La belleza al observar el movimiento de cuerpos modelados, apretados, sintetizados, resaltados, coloreados, es el placer último. El ombligo asomándose por un rato, y luego te alejas, doblándote entera, medio sonriendo, tocándote, inocente, empírica. Te aprietas y te prohíbes a ti misma. Solo extraños podrán tocarte. Sin desnudarte. Sin dejar de apretarte.

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