Tuesday, February 21, 2006

los extraños

Se acostumbraron a ser anónimos. Vagabundos que no se encerraron en convicciones desesperadas. Una vez partieron, y no regresaron. El punto final no es el caos, ni las revoluciones en manos de líderes contaminados que se dejarán asesinar, corruptos, con medios pero sin ideas. Cansados. Ultrajados, traicionados. Cada uno tiene que hacerse de su propia botella de oxígeno para trasitar con vida entre la atmósfera nauseabunda. Y es de esperarse que no sea impuro, que no os haga perder la noción de las eventualidades. Nada es tan complicado como unos viejos redundantes, asustados de la muerte, predican.
Todos piensan que es un exhibicionista, de vocación profética. Un altruista del que desconfiamos. Admira el sol y los rostros exitados, después de un susto, después de una declaración íntima a escuchas que sabrán que hacer en el momento determinado. Sucio, carente de respeto por las convenciones hipócritas de las sociedades jerarquizadas, de estructuras post y pre arbitrarias. El individualismo es un producto más a la venta. Nacimos experimentos, y terminamos siendo extraños, incluso para nuestras propias familias.
Me crece la panza. Fuera de control. Y es que ya perdí las ganas de salir. Donde unos tipos caminan con botellas de cerveza y Walkmans, que suenan fuera de ellos, como un mensaje delicado de protesta. Discretos hasta lo absurdo; he visto gente caer inconciente al piso y a nadie se le ocurre hacer nada, o es que están calculando las probabilidades de un rescate eficaz mientras el desgraciado se convulciona en un preámbulo ansioso de escuchar la sentencia de algún enviado de dios. Tienen asco de su especie. Yo aparto. En un callejón que no conozco pero que espero habitar por un tiempo, porque he dejado en ese momento de creer en el movimiento. Que es una excusa para no pensar. Y vagar, como si no hubiese otra posibilidad. De los parlantes de las tiendas, de las casas, de los restaurantes, los ruidos emanan en señal de sos. Sin mucha esperanza de ser tomados en serio. Las letras se cambian automáticas, en ensayos prodigiosos sobre hoy mismo. Más tarde nadie sabe que puede ocurrir, a nivel trascendente, cuando los materiales se fundan con los tejidos y la decadencia sea espontánea. Al menos no le tememos a la muerte, por que sería lo mismo, en otras circustancias. Estáticos. Podridos. En un silencio que por fin no nos provoca gritar como energumenos, asustados de que nadie escuche en 1 km a la redonda. La imagen del polvo es nuestro limitado y quizás único repertorio. Cuando nos tenemos que acordar de algo. Los sobrevivientes se hacen cargo del resto, en trámites inprescindibles. En el centro de la ciudad, atestado de colas para ir no sé a dónde. Nadie lo tiene muy claro.

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