Thursday, February 09, 2006

protestar todo el tiempo

contesta el puto teléfono, hueón.
qué te pasa?

Estábamos en la playa de Nice. Habíamos evacuado Marseille esa tarde, como pudimos; esquivando morocos, turcos, africanos del sureste, hindúes, los mojones de las calles y perros que no ladraban porque estaban en las vitrinas de los imbiss locales, entre un pedazo de cebolla y otro de tocino, convertidos en anticuchos.
Demaciado caótico para dos tipos más bien tranquilos, de pueblo caluroso y lento. Felipe no aguantó. Dijo que en cualquier momento se armaba una guerrilla, para definir territorio; entre los comerciantes de fruta y los de telecomunicaciones, los textiles, los de la fiambrería, etc. Acaso ya no estábamos en medio de ella. La convivencia pendía de un hilo, en cada esquina. Sujetado quizá por una especie de respiro que otorgaban las autoridades, manteniéndose al margen, permisivas, para que los ciudadanos hacinados pusieran sus planes de supervivencia en marcha. Por unas horas. Luego serían interrogados, les pedirían sus papeles y los azotarían bajo una luz escasa, protegiendo la luna que le pertenece a los ricos. Eramos prensa, médicos sin frontera, reapartidores de colchonetas, rehenes, partidarios de La Canebière, simpatizantes de los ambulantes, al fin, unos tipos entrometidos que no tardarían en arrancar.
Los italianos nos tenían rodeados con sus fuegos artificiales contrabandeados. Alharacos. Borrachos. Corrían por la playa desnudos y gritaban en todas direcciones. Estábamos sentados en la arena, sin prestarles demaciada atención, tomando vino y hablando de la familia y las nuevas sociedades huérfanas. A las 12 nos abrazamos sentados.

-Supe que te habías hinchado. Espantoso, alergia o qué?

-No lo tengo muy claro. Fue asqueroso en todo caso. Estuve a punto de llamarte para que vinieras con una manguera y un balde a aspirarme toda esa mierda.

-Y por qué no lo hiciste?

-Las vecinas deben haber escuchado los gritos de horror cuando me miré al espejo. Estaba convertido en un berlín, no lo podía creer. Llamaron a la ambulancia. Llegó en 10 minutos y me inyectaron epinefrina. No quice desproporcionarlo, es decir, para cuando llegaras, sin la menor idea de que hacer, aguantando el vómito, yo estaría agonizando bañado en mi propio pus.

-Bah, de todas formas me hubiese hecho bien hacer un pequeño viaje, cambiar de aire.

-Por qué?

-Estoy un poco deprimido. Y no es necesario que me recomiendes ver a un sicólogo ni que me des una cátedra por teléfono de esas prácticas esotéricas impulsadas por el budismo. No necesito píldoras de nigún tipo.

-Ni si quiera..

-No, tampoco. Es cansancio, eso es todo. Me degenero. Unos tipos con recursos ilimitados se tomaron la molestia de ordenar el resto de mis días. Para que su puta ascendencia conserve esos recursos. Malditos déspotas. Inventan negocios para meter sus traseros en fraternidades, entidades, comunidades, asociaciones en general. Pretendiendo tener amistades, patners, que se comen lo que les cocinan y se van contentos. Acaso tu no te sientes atado?
Por qué te vas a Curanipe con ese artesano de mierda?
cerca de Talca?
Son sus manos callosas, de tanto correrse la paja y sus ojos misteriosos, que están vacíos, inyectados de efectos secundarios y nublados. Porque no puede ver más allá de su nariz, el muy narciso. Como todos. Y se sabe un par de fracesitas encantadoras y otras intimidantes que se preocupó de aprender de la abuela a lo largo de su infancia. Fanática de Clark Gable, pensó que esa basura de nieto tenía rasgos seductores. Pobre. Sedada hasta en sus sueños, con retención urinaria, en regresión permanente.
Ahora el cerdo se las dá de jipi, y hace muebles carísimos para señoras educadas por revistas de cocina y decoración + libros de relatos candentes: victorianos y coloniales. En la arena, mirando el cielo, que difícilmente se va a presentar nuevamente ante la humanidad así de claro y contrastado a la vez. Borrachos han olvidado todas sus vidas y nacen esa noche, felices, como niños huyendo.
Despido cortésmente a ese pazguato y tomo su lugar en la arena. Me pongo al tanto, sacándome esta ropa de invierno de mierda.

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