Saturday, January 14, 2006

garabatos aparte

Salgo de su casa en un estado confuso, quizá con una cosa clara: tengo que comprar cigarros y una tarjeta para el teléfono. Pienso que es una suerte que la capacidad laboral limitada del hombre haya sido sustituida en servicios como éstos por máquinas cuadradas y amarillas. Serias y amables. De máxima urgencia. En el lado oscuro de Tempelhof. Al lado del aeropuerto -cuadrado también- construido por los nazis-nazis, los de aquel entonces.
Pocas gentes solas van. Paralizo, en el centro del movimiento, fuera de su casa bermeja. Y me siento como el poste de la luz, o como una ventana de tren. Y pienso que en mis historias no hay personajes divertidos que arranquen un suspiro de alivio o una risilla tímida en medio de la tensión.. francamente porque la tensión no existe.
Pregunto si prefieres morir ahora o demorarlo un poco. Porque si vas a vivir en la miseria vive tan indignamente como te sea posible. Y voy a omitir descripciones o especificaciones concretas que puedan espantar a más de un lector imaginario, o a mí mismo.
Puedo afirmar que esta aventura compleja, de la que muchos no se enteran siquiera cuando la respiran, es un parque de diversiones de pueblo, pero en un domingo soleado, para sujetos con tendencias radicales: terroristas, suicidas, amas de casa adictas a la enceradora o a juegos de computador. Que se desplazan en la oscuridad sin muchas novedades.
La miseria es un estado oscilante entre el goce y la desesperación y la podredumbre y la música de las calles. Y a propósito de música, una diferencia bastante demostrativa entre un radical y el indigno es la apreciación de ésta. El radical no se conforma con la música de las calles, es más, nisiquiera la escucha, porque en su hipotálamo exaltado suena una melodía indescriptible que - él cree - no ha sido compuesta aún (probablemente así sea), y la va a buscar, sin aceptar sustitutos, hasta el día que el olor a pólvora advierta a los vecinos de su radicalismo. Y quizá deje una nota diciendo algo como.. "traté de hacer las cosas más simples, pero lo único que conseguí fue tostar mi entuciasmo". Y estas secuencias complejas, que no se repitieron, suenan por una vez junto al estruendo del cañón.
El indigno muere en silencio, confiando que el caos es un punto escencial de partida.
Si me preguntas a mí, te digo, yo creo que son todos tan incípidos como una botella de tinto alemán. Y andan por ahí, citando a unos tipos que mezclaron todo en la televisión. Ahora te estoy hablando como lo haría Charles Bronson, y no pongas esa cara de estupefacción. Realmente no tengo idea.
Hice lo que tenía que hacer, sin mayores inconvenientes.
Dos tipos tímidos encontrándose en el tren subterráneo, mirándose largo rato, descifrando quién dominará al otro.
Déjame adivinar.. estás cansada.

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