Lou
Aquí parte. Me tomé tu vino, viejo. Lo siento. Y nos quedamos en silencio, en la mesa número 22 con la ciudad mal iluminada girando a 2 kilómetros por hora. Era la última noche en Berlin, al menos para Lou. Había tenido suficiente y no pasaban 10 minutos sin que me lo recordara.
La mesera llegó con la segunda botella de chianti, un cenicero de repuesto y manteles. Estaba bastante oscuro, pero tenía sentido. Era preferible darse vuelta y espiar la ciudad vertiginosa a multiplicar nuestras caras sin ganas en el vidrio. Estaba contrariado. Me apetecía cerveza. Lou, para distraerse del vino y de la rotación, sacó su finepix y comenzó a fotografiar las perspectivas emergentes, el árbol de pascua, las tortas y kuchenes del mostrador, sillas, luces y a una pareja de turistas canadienses que tomaban té.
La sesión fue interrumpida por un mesero vestido como croupier caribeño con parkinson, sueño y un peluquín blanco que pareciera había freido en la mañana y recalentado en la tarde.
- No está permitido hacer fotografías en estas dependencias, hágame el favor y guarde su aparato.
Esperó unos instantes y se alejó controlando de reojo al aletargado Lou.
- No importa en que situación estes, llámese curva en prematura decadencia, si vives con un tipo que pasa gran parte del tiempo viendo tele o hablando por teléfono e inevitablemente se siente atraído por el olor a café recién preparado, estas salvado.
- Lo que es yo, he tenido suficiente.
Punk-a-bestias por todos lados y sus perros escuálidos, demandando cigarros y cerveza porque sus estados rejuvenecidos los olvidaron y a sus familias también. Digo, se contrabandean a ellos mismos para alcanzar un poquito más occidente. Pero no tiene sentido. Es que aquí nos estamos pudriendo igual.
La mesera llegó con la segunda botella de chianti, un cenicero de repuesto y manteles. Estaba bastante oscuro, pero tenía sentido. Era preferible darse vuelta y espiar la ciudad vertiginosa a multiplicar nuestras caras sin ganas en el vidrio. Estaba contrariado. Me apetecía cerveza. Lou, para distraerse del vino y de la rotación, sacó su finepix y comenzó a fotografiar las perspectivas emergentes, el árbol de pascua, las tortas y kuchenes del mostrador, sillas, luces y a una pareja de turistas canadienses que tomaban té.
La sesión fue interrumpida por un mesero vestido como croupier caribeño con parkinson, sueño y un peluquín blanco que pareciera había freido en la mañana y recalentado en la tarde.
- No está permitido hacer fotografías en estas dependencias, hágame el favor y guarde su aparato.
Esperó unos instantes y se alejó controlando de reojo al aletargado Lou.
- No importa en que situación estes, llámese curva en prematura decadencia, si vives con un tipo que pasa gran parte del tiempo viendo tele o hablando por teléfono e inevitablemente se siente atraído por el olor a café recién preparado, estas salvado.
- Lo que es yo, he tenido suficiente.
Punk-a-bestias por todos lados y sus perros escuálidos, demandando cigarros y cerveza porque sus estados rejuvenecidos los olvidaron y a sus familias también. Digo, se contrabandean a ellos mismos para alcanzar un poquito más occidente. Pero no tiene sentido. Es que aquí nos estamos pudriendo igual.
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