Wednesday, January 11, 2006

2da clase

Al vagón de fumadores llegan espíritus extraños, un poco decadentes, como esa mujer de pelo negro con rojo y dientes amarillos que a ratos se duerme con el cigarro aún prendido y lee a Joseph Conrad, fuera de contexto. O ese tipo pelado con gafas de tres asientos más allá, sentado con las piernas algo separadas y que inclina su cabeza 45 grados para prender un cigarro y la gira luego en todas las direcciones esperando encontrarse con alguna mirada oscilante. Lo hace.
Me invita a un Marlboro rojo. Comenta:
-Desde que llegué no he hecho mas que arrepentirme de haber llegado. En qué estaba pensando, hueón, cuando me subí en ese avión y volé ese tramo insoportable al lado de la aspiradora compulsiva suiza. No sé muy bien cuanto tiempo llevo, pero creo que ya es suficiente, demaciado espeso. Y no puedo no pensar en aquella despedida insomne, ahumada, catártica, húmeda, sola. Y en las horas que pasé sentado en ese sofá hablando con el ecuatoriano alcóholico. Tembloroso y tratando de descifrar aventurillas triviales que le importaban un carajo. Es de esperarse en situaciones como ésta una tirada inclemente del gatillo. Patricia lo cambió todo. Raro, a pesar de ser parte de esa generación de hueones aparte, que esperan coincidencias cinematográficas, puntos de giro, banda sonora calificada, extras como títeres conspirando contra sus co-protagonistas, un beso a los 15 minutos, otro con lengua y uno que otro agarrón al final. Para levantarse del sillón del living de la casa de sus papás y conseguir yerba.
Continua:
Yo quería ser alcóholico. Iba al súper y compraba el whisky más barato, ponía 5 cubos de hielo en un vaso de cartón del McDonals y me sentaba un buen rato en el patio de comidas, a mirar culos.
Una vez borracho intentaba sin un asomo de tacto llevarme uno al estacionamiento subterraneo.
Llegaba solo. Y generalmente llegaba también un tipo vestido de azul con una linterna de juguete a echarme. Éste compartía, por suerte, el gustillo áspero (llámese - whisky bajando por la garganta - incinerando los tejidos).
Cambiamos la mirada vegetal y el estar rodeados por cemento y señalética amarilla deja de importar. La compañía. A veces obsesiva, a veces paternal, a veces idiota, a veces muda.. nunca estuvo de más.

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