Monday, September 08, 2008

el hombre incorrecto

El hombre incorrecto mastica un pedazo de mechada con la boca entreabierta. Traga. Y luego saca con los dedos hilachas de carne atrapadas entre colmillos y muelas. No levanta la cabeza, se aguanta la respiración y continúa masticando y tragando. Termina y deja los servicios esparcidos, no acaba los vegetales. Unta miga de marraqueta en el jugo sangriento de la carne y traga.

Se toma medio litro de coca-cola diet. Alega el postre de inmediato.

El hombre incorrecto besa a su esposa en la boca sin haberse lavado los dientes, la impregna con su saliva espesa. Saca un derby corriente del bolsillo de su camisa y lo prende sobre la mesa. Frente al café y las sacarinas. Dice a su esposa que la quiere. Que suba el volumen del televisor. Que respete los momentos de satisfacción y lucidez de cualquier hombre incorrecto. En paz.

El hombre incorrecto tiene sólo dos cosas en la cabeza, todo el tiempo.

El hombre incorrecto toca la bocina, maldice el tráfico y a sus vecinos. Acelera en las esquinas y piensa en los peatones como en obstáculos insignificantes que hay que sortear a lo largo de los caminos asfaltados para él.

El hombre incorrecto sonríe cuando cree que lo están mirando, y descansa en la apatía cuando cree que nadie observa. El hombre incorrecto no sabe decir que no.
Mira a las nenas escolares con lascivia, a las amigas de sus hijas con lascivia, a su secretaria con lascivia, a las chicas que envuelven la mercadería en el supermercado con lascivia, a la tele con lascivia, a las carabineras con lascivia,

El hombre incorrecto se masturba 4 veces por semana. Folla a su señora 1 vez cada 3 meses con los calcetines puestos y la camiseta arremangada. Se acuesta con putas 2 o 3 veces al mes. El hombre incorrecto disimula la guata en el metro. Se cubre la calvicie con sotos capilares de otros sectores de la cabeza.

El hombre incorrecto no resiste el cotilleo. Pero critica a los ejecutores. Saluda de compadrito a la gente que detesta. De hueón a sus amigos y de hermano a quienes les debe plata.
El hombre incorrecto llega atrasado a su cita de las 12.40. El hombre incorrecto suele ser impuntual. No tiene respeto por el tiempo del prójimo. Y dice: el doctor, los niños, o cualquier barbaridad para excusarse. Culpará al ausente.

El hombre incorrecto cree tener una afinidad inquebrantable con la carne. Sabe prepararla de varias formas. De preferencia asarla en una parrilla mientras toma cerveza y vino y conversa con su amigote de toda la vida (otro hombre incorrecto aplastado). El hombre incorrecto se sabe muchas historias. Tiene una para cada ocasión. Esta vez demostrará por quincuagésima vez que es un peón reemplazable y explotado por un jefe imperfecto.

El hombre incorrecto es mediano. Lo sabe y de alguna manera se siente cómodo. Podría ser peor, argumenta.

El hombre incorrecto detesta hablar de política, sin embargo cuando sea inevitable, parafraseará a un conocido camarada socialista. Mientras hierve, discretamente en sus entrañas, sangre esclavista.  

El hombre incorrecto mentirá las veces que sea necesario, y a cualquiera, con tal de no quedar expuesto.

El hombre incorrecto va de vez en cuando al estadio, mucho más seguido al bar y una vez a la semana al cine.
Ve sólo películas donde haya persecuciones.

El hombre incorrecto escapa de la confrontación.

El hombre incorrecto necesita sanar.
Abre un botiquín y saca un puñado de píldoras de nortriptilina y propranolol. Se enjuaga la boca. Se mira al espejo y se encuentra viejo. Se pone un parche- que compró semanas antes en una cuneta- en el estómago y se calma.

El hombre incorrecto cree que pensar es sinónimo de jaqueca. O al revés.

El hombre incorrecto aguanta el dolor. Tiene miedo a que éste genere más dolor si se le menciona y se le trata. No confía en nadie. El hombre incorrecto tiende a no sentir miedo a menudo, pero cuando por fin lo identifica, se mea (figurativamente) en los pantalones. Se desespera y grita para todas partes gesticulando como un simio.
En el fondo cree que se lo merece.

El hombre incorrecto huye. Se mete en una iglesia aunque sólo crea durante temporadas desfavorables en algo más grande que él mismo. Antes de quedarse dormido en uno de los bancos al costado de San Cayetano, piensa.

Vaya trabajo.

Ha estado dando vueltas en círculos.
Y se le marcan aureolas de desodorante en la camisa alrededor de las axilas.
Se le cae el cabello a puñados.
Comienza a escuchar a Beethoven todas las mañanas. Se acuerda de su padre, que alguna vez hizo lo mismo.

Concluye, no sin darle vueltas lo suficiente:

No hay ni moral ni orden ni dioses ni monjas que auspicien esta errata sin que les des tu vida a cambio.

1 Comments:

Blogger Unknown said...

Me gustó "El hombre incorrecto"... o sea, no el hombre precisamente, se entiende, espero.

9:40 PM  

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