Tuesday, March 23, 2010

tromanale (a review)

[artículo que escribí en un festival alternativo de distorsión y cine el 2006 en Berlin]


-Es una película hecha para gitar. Espero verte manana a las siete. Para que grites conmigo. Si no llegas te juro que mato a alguien... Es una cita entonces.


-Hay distintos tipos de gritos. Lo sabes.


-Nos van a arrastrar en coma a una ambulancia. Es esa la única forma de acabar con la fiesta.


My Brain Goes Insane no era repulsiva, tampoco daban muchas ganas de gritar; de emoción ni de asco. Era más bien de una trama derechamente enferma. La mayoría del reparto lo estelarizaba la familia completa de Markus, director y camarógrafo del film, con interpretaciones modestas pero contundentes. El me había comentado la noche anterior al estreno, muy ebrio y con los ojos tristones, que luego de terminar el rodaje, lo habían abandonado, y hasta traicionado, las quince personas que habían trabajado en el proyecto; ya no creían en él, o es que desde el principio aceptaron sus roles sólo como un último favor al desgraciado e inadaptado cineasta. Después de todo, era el miembro intelectual de la familia, y de alguna u otra forma, ellos, en conjunto o individualmente, tienen que haber cultivado el malestar mental del sujeto. Un poco como la familia de Kevin en Home Alone.

El padre, un religioso fanático que todas las mañanas durante el desayuno predica a su familia la palabra del señor, fue lejos la mejor caracterización. Un tipo de unos 40 años, escuálido, con ojos saltones y lentes de sol que le ocupaban la mitad de la cara. De rostro plano en una cabeza desproporcionada y calva por sectores. Llevaba una camisa amarillo claro con líneas blancas verticales. El tipo murmurando un “hola, cariño” daba más miedo que cualquier otra escena de la película y sólo aparece un minuto en la introducción, antes de las letras góticas azules del título, que ocupan toda la pantalla.

La idea en sí era bastante sencilla, el peque en cuestión, protagonista de 11 años muy parecido a Dewey de Malcolm in the Middle, bastante saturado con las normas idílicas impuestas por su padre sobre el buen comportamiento humano y adoración a dios, asesina a toda su familia con un hacha, viola a su madre en descomposición y luego degusta sus entrañas. Todo esto desatado por un sueño (desde el punto de vista fotográfico es la escena mejor lograda) en el que el propio satanás de bigotes y cachos le dice al niño, en plano americano frontal, que su alma estará a salvo junto a las tinieblas. Protegida por los demonios, que lo liberarán del claustro. En este punto la cámara está fija, y Lucifer y casi todo su entorno resaltan en un rojo intenso. Un poco más atrás hay una cruz y en ella un Jesús algo regordete, del que podemos ver desde los hombros hacia abajo. Una centella calipso se enciende intermitente cada vez que Belcebú se ríe de sus propios chistes. A medida que habla, Jesús es iluminado y azotado por el timbre penetrante de su voz, que le hace heridas como atizos de látigo en el vientre.

10 años más tarde el peque está convertido en un canibal necrófilo de oficio, gordo, pelado y con la cara pintada como Gene Simmons de Kiss. Suple a sus pares con cuerpos de jóvenes doncellas recién asesinadas, por algunas monedas para comprar maquillaje.


-La música no me convence estimado. Que ocupes death metal en cada escena de mutilación y post-follón es un tanto redundante. Yo hubiese elegido algo asi como un chelo que sostuviera una nota y un piano encima, o derepente un viento, imitando el llanto de un niño. Resultaría mucho más dramático y aterrador.


-Pero viejo, estás confundido. Aquí las críticas no son bienvenidas, esto es clase B, te fumas un porro, en general te ríes de cualquier indicio de esfuerzo del realizador y gritas al final.


-Quieres decir que a propós..


-Me tengo que ir a un workshop compañero.


-¿Workshop de qué?


-How to make blood. Espérame media hora, ahora van a tocar los Jemanden Tot, de Austria me parece. Son buenos.


En su cinta sobraba sangre, entendí entonces que el workshop se trataba de nuevas técnicas avanzadas para tipos más o menos entendidos. Pedí un plato de pantrucas con champiñones y pan. La comida era gratis. Un jipi con megáfono, sin la menor preocupación de no tener público, empezó a recitar nosé que textos de Lutremond, lo acompañaba un guitarrista dopadísimo con un afro muy trabajado y una batería que sonaba tarro, pero con bastante energía. Quizás Markus podría haber usado esta banda en su película, pero no le volvería a sugerir nada sobre My Brain Goes Insane, ya estaba estrenada.

Me quedé pensando en el final. Daba la impresión de que lo había improvisado un poco.

Estaba el prota con su mejor amigo y cliente en una pieza devastada, rociada de excremento y sangre en las paredes y un colchón en el centro con restos de extremidades aún intactas. De pronto una luz blanca encandila la pantalla. Los tipos abandonan la cena a la luz de las velas y salen de inmediato a la calle. Después de un flash-back del sueño, el peque se da cuenta de que están solos en la tierra, él y su cliente. Lo había escuchado antes de la boca de satán, pero no tenía la menor idea en que momento ocurriría.

Un poco decepcionados, vuelven a entrar.

-¿Que vamos a hacer ahora? No hay más alimento.

La explicación que logré deducir (todo esto estaba en alemán, al parecer antiguo) es que al haber obsequiado sus almas al infierno, más el haber consumado un número determinado de asesinatos, se les había otorgado a cambio una especie de vida eterna en la tierra pero en completa soledad. Como si el resto de las civilizaciones existentes fuesen un estorbo. Estos tipos no tardan en darse cuenta de que en realidad no es que toda la raza humana haya desaparecido, sino que ellos han sido relocacionados a una dimensión paralela y aburrida de la tierra. En otras palabras, las tinieblas los habían estafado. Acuerdan que es el fin. Se empelotan y el peque sodomisa a su cliente enseguida. Mientras éste se mastica de a poco. Se come a sí mismo y luego prueba a su amante insano que hace más o menos lo mismo con las costillas posteriores de su único amigo. En el último plano los dos tipos se ven acostados en el colchón sin gran parte de sus órganos, con hemorragía severa. En medio de coños y brazos que no tardarán en podrirse. Fundido a negro. Créditos.

Se supone que habían recibido la medalla de la inmortalidad, así que se puede deducir que van a seguir comiéndose por toda la eternidad; o hasta que alguien le debore la mandíbula al otro. En fin, no sé como funciona aquello.


-¿Qué me dices del final?


-¿Te gustó? Muy shakespeareano no crees. Quería darle ese tono serio al final, de replantearse algunas obsesiones y ver si realmente significan tanto para nosotros. Como para cambiarlo todo.


-Te juro que pensé que en cualquier momento se empezaban a comer su caca.


-¿Te gusta eso? La caca tiene otro significado, viejo, porque es desecho, nada más ¿crees tú que estos tipos obcesionados con la pureza iban a estar comiéndose la plasta de otros? Además no tiene nada de romántico, ni de erótico. Por último si vas a poner caca no pongas sangre.


-En las paredes había un poco..


-Eres un fijón, camarada. Saqué un par de escenas donde las víctimas se cagaban en las paredes mientras las azotaban y mutilaban. Por lo anterior, ya ves.


Compré una cerveza y me fui a ver a la banda, que performaba la última canción. En unos minutos más comenzaba La Petite Mort. Ya por la cursilería del título me encantaba.

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