Tuesday, November 18, 2008

about antígona

La norma versus el primitivismo

 Si vamos a vivir bajo un código democrático de orden, pues vivamos de esa manera. Sin concesiones ni excusas. El sol nos calienta (o nos quema) a todos por igual.

Los sentimientos más puros son anárquicos. Es decir, nuestras profundidades están llenas de desorden y erupciones. Al menos para aquellos que no están del todo automatizados. O sedados por la propaganda omnidireccional de la decencia.

Estas leyes griegas, estos arreglines, son justos en la medida en que nadie saque provecho de sus debilidades. La más sagrada debería ser tal vez: no se atropelle el instinto. Porque cuando ocurra, habrá conflicto, un quiebre irreversible entre el corazón contraído de la bestia acusada y sus seudo protectores. Que se rigen por abstracciones sobre la perfección de su sistema y la pasión de una balanza de piedra sostenida infinitamente por la madre ciega y muerta de nuestros tiempos. Referente transfigurado del nuevo hombre cementado.   

Abandonado.

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