rabia

Sucumbir inflexivamente ante los embrujos de un galán de ciber. Nada tengo contra él, es perfectamente admirable, delimitar un espacio virtual o real y avasallar sentimentalmente con las pollitas que ahí se enredan, indefensas, ciegas aún con la clara amniótica de los huevos paternos, atraídas por el olor de la vergüenza disimulada y semillas. Una colección atmosférica, que se solidifica hasta caer y aplastarnos para empezar de nuevo. La obsesión de acaparar el cielo y dibujar mapas sin norte. La imperiosa locura regeneradora, queremos otra cosa, de eso se trata todo, erguidos, espontáneamente cenozoicos, en medio de metaestructuras alineadas y pensamos: pico, ¡que feo es esto! Una proyección arquitectónica absurda de nuestro cretinismo, un prolongado gggghhuuuuiiiishhhhhtttyshhhhjrjrjjrjrñññññññ, prototipos saturados, vibraciones aleatorias y estática. Un embrión entremedio de todo ese desconcierto que no aguanta el impulso migratorio y vamos coetáneos, copropietarios, correligionarios, colombianos, jálense una conga insurrecta, por mientras, con bototos de obrero deszuelados y la tribu descontenta resucitando sus dominios exonerados por estos galanes engominados. Vértices tiesos, fetiches de ustedes mismos recorriendo sus brazos en un acto narciso a falta de reflejos veraces. Ya no confían ni en sus espejos.