Tuesday, October 16, 2007

no olía a manzanas verdes

Qué si en una noche de distención social me revuelco con amores expirados. O si juego al astronauta con las tetas de una extraña.
Cada uno por su lado. Armado de cuecas tóxicas y enamorar a sujetos sin importancia ni brillo ni alma. Con una expresión triste y desesperada de pregunta. Cómo llego yo allá.
Hasta el próximo encuentro, un poco más llenos, un poco más avergonzados y, por qué no, un poco más locos el uno por el otro. Sabiendo que conservamos todavía eso que nos hace únicos y el deseo incontenible de culiarse no solo a la mujer del prójimo sino también a él mismo.
Redactamos un minifiesto. Formamos una sociedad clandestina de amantes frustrados, monógamos sempiternos del corazón, inoculados con despecho.
Punto primero: No practicar sexo oral a menos que el no hacerlo comprometa el buen termino de la velada; punto segundo: No dejar rastro, ni pintura roja en la almohada ni semen seco en las calcetas.
Me acerqué y la abracé por detrás tratando de encajar con las piernas. Sentí de inmediato su olor irresistible a cantina. Me enseña su lengua burdeo. Sabe a garrafa. La lamo y me dice (o quizás sólo me lo recuerda) que soy un pipiolo imbécil.
Nos señalamos todo el tiempo la condición natural de desadaptados, de gente medianamente acostumbrada a la flora y al calor del sol.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home